
Día de las flores amarillas: El segundo San Valentín del año
En los últimos años, las redes sociales han dado vida a nuevas tradiciones que, aunque no figuran en los calendarios oficiales, han logrado conquistar a millones de personas. Una de ellas es el Día de las flores amarillas, celebrado cada 21 de septiembre en varios países de Latinoamérica. Para muchos, esta fecha se ha convertido en una especie de “nuevo San Valentín”, un día donde el amor y la amistad encuentran una forma distinta de expresarse a través de un gesto cargado de simbolismo: regalar flores amarillas.
El origen de esta tendencia

El auge de esta celebración tiene un punto de partida muy particular: la cultura popular y, en específico, una canción. Se trata de Flores amarillas, un tema musical interpretado en 2004 en la telenovela argentina “Floricienta”. En la historia, la protagonista soñaba con recibir flores amarillas como muestra de amor verdadero. Años más tarde, con el poder de las redes sociales y la nostalgia de quienes crecieron viendo la novela, la tradición comenzó a expandirse.
Cada 21 de septiembre, fecha que coincide con la llegada de la primavera en países del hemisferio sur, millones de usuarios publican mensajes, fotos y videos relacionados con las flores amarillas, consolidando así un movimiento cultural que trasciende generaciones y fronteras.
¿Por qué flores amarillas?
El color amarillo tiene múltiples significados en distintas culturas. Se asocia con la luz, la energía del sol, la felicidad, la amistad y los nuevos comienzos. En el contexto del 21 de septiembre, regalar flores amarillas se interpreta como un acto de esperanza, renovación y buenos deseos para las personas que apreciamos.
Mientras que las flores rojas son un símbolo tradicional del amor romántico en fechas como San Valentín, las flores amarillas transmiten un mensaje más amplio: gratitud, cariño y la celebración de la vida. Es precisamente esta versatilidad lo que las ha convertido en un ícono contemporáneo.
El nuevo San Valentín digital

El Día de las flores amarillas se ha transformado en un fenómeno global gracias a TikTok, Instagram y X (antes Twitter). En estas plataformas, el hashtag #FloresAmarillas se vuelve tendencia cada septiembre, con millones de interacciones. La dinámica se parece mucho a lo que ocurre el 14 de febrero: parejas intercambian regalos, amigos se sorprenden con detalles y las marcas aprovechan para lanzar campañas alusivas.
Algunos incluso consideran que esta fecha es “el nuevo San Valentín” porque combina romanticismo con amistad, y porque su estética visual —los ramos de girasoles, tulipanes o rosas amarillas— genera un gran impacto en la era digital, donde lo visual se comparte y viraliza rápidamente.
Flores amarillas y marketing emocional
El auge del Día de las flores amarillas no ha pasado desapercibido para las marcas. Florerías, restaurantes, cafeterías y hasta tiendas de moda han encontrado en esta fecha una oportunidad para conectar con sus clientes.
Al igual que San Valentín, este día representa un momento clave para el marketing emocional: campañas que apelan a la nostalgia, a los vínculos afectivos y a la idea de dar un obsequio simbólico. Sin embargo, a diferencia del 14 de febrero, el 21 de septiembre suele ser percibido como un día menos comercial y más auténtico, lo que aumenta su atractivo.
Un ritual de esperanza

En muchos lugares, regalar flores amarillas el 21 de septiembre no solo significa amor o amistad, sino también esperanza de un futuro mejor. Para los jóvenes, se ha convertido en un ritual de ilusión, una manera de creer que algo positivo puede comenzar con la llegada de la primavera.
La escena de alguien recibiendo un ramo amarillo va más allá del gesto romántico: se ha convertido en un símbolo colectivo de alegría compartida. De hecho, no es raro que personas regalen flores amarillas a sus madres, hermanos, amigos cercanos o incluso compañeros de trabajo, reforzando la idea de comunidad y afecto más allá del amor de pareja.
Comparación con San Valentín
El 14 de febrero y el 21 de septiembre pueden verse como dos caras de una misma moneda. Mientras que San Valentín se centra en el amor de pareja y suele estar rodeado de un gran aparato comercial, el Día de las flores amarillas es una celebración más reciente, fresca y espontánea.
Ambos tienen en común el acto de regalar algo simbólico: en uno, flores rojas o chocolates; en el otro, flores amarillas. Ambos buscan reforzar vínculos y expresar sentimientos. Sin embargo, la diferencia radica en el tono: el primero suele estar cargado de romanticismo, mientras que el segundo transmite luz, gratitud y un mensaje de optimismo.
La fuerza de lo digital

Si algo caracteriza a esta tendencia es su origen en la cultura digital. El Día de las flores amarillas no nació de una festividad religiosa ni de una campaña de marketing planificada, sino de una combinación entre nostalgia televisiva y la viralidad de las redes sociales.
Esto explica por qué se ha popularizado tan rápido, sobre todo entre las generaciones más jóvenes. Para ellos, esta fecha representa no solo un momento de intercambio de regalos, sino también una oportunidad de crear y compartir contenido creativo, desde videos hasta fotografías con mensajes emotivos.
¿Llegará a institucionalizarse?
La pregunta que muchos se hacen es si el Día de las flores amarillas llegará a institucionalizarse en los próximos años, al igual que San Valentín. Aunque aún no figura en los calendarios oficiales, la fuerza de su impacto digital y la rapidez con que ha sido adoptada por las personas y las marcas sugieren que podría convertirse en una celebración anual establecida.
De hecho, en algunos países ya existen campañas escolares, universitarias y empresariales que invitan a intercambiar flores amarillas en septiembre, lo que demuestra que la tradición se está consolidando.
Por último
El Día de las flores amarillas es mucho más que una tendencia pasajera: es un ejemplo de cómo las redes sociales tienen la capacidad de transformar la cultura popular y crear nuevas tradiciones. Lo que comenzó como una escena de una telenovela se ha convertido en un fenómeno global que mueve emociones, refuerza lazos y hasta dinamiza la economía.
Hoy, regalar flores amarillas no es solo un gesto romántico, sino un símbolo de esperanza y optimismo. Por ello, cada 21 de septiembre se vive como una especie de “nuevo San Valentín”, más colorido, inclusivo y lleno de alegría.